«Nada hay más admirable que ver a una persona que, poseyendo el talento, se aleja, por pudorosa honradez, de cualquier obcecación por conseguir el éxito fácil a costa de lo que sea, y mucho mas en estos tiempos mediocres en los que cualquier impresentable alcanza famas escandalosamente inmerecidas.
No es este el caso de Cristina Narea, una mujer que, desde hace un buen puñado de años (aprovechando los huecos que su colaboración como guitarrista, percusionista o haciendo voces para otros artistas) trabaja, casi en secreto, en su auténtica pasión que es componer y cantar sus propias canciones.
Conozco a Cristina desde 1998 cuando se incorporó al grupo que me acompaña en los conciertos. Su entrada fue realmente heroica porque, por motivos que no vienen al caso, tuvo que aprenderse en horas una veintena de canciones. No se cómo logró aquel imposible, pero superó con sobresaliente el trance. Con toda sinceridad no puedo mas que agradecerle el tremendo esfuerzo. El resultado fue espléndido. Y lo curioso es que a lo largo de estos años de conciertos y giras, Cristina me habló, porque yo le pregunté (nada hubiera sabido si no le hubiera preguntado), de que había compuesto algunas "cancioncillas" que tenía guardadas en un cajón.
Le dije que tenía curiosidad por conocer aquellas "cancioncillas" pero pasaba el tiempo y Cristina no daba señales de atender mi solicitud. Dejé de insistir en escucharlas porque tenía la sensación de que Cristina prefería mantenerlas en sigilo.
Sorprendentemente, hace algunos días, me comunicó que le parecía llegado el momento de que las escuchara. Pretendía resucitarlas del letargo provocado por su inexplicable pudor.
Por fin tuve la fortuna de conocer aquel trabajo elaborado con tanto recato. Y digo "fortuna" porque con toda sinceridad, fue una gratísima sorpresa encontrarme con unas magníficas canciones, imaginativas, bellísimas tanto en su concepto musical como literario. Me atrevería a decir que la calidad de las canciones esta muy por encima de lo habitual.». (Luis Eduardo Aute).